¿Quién organiza la ciudad cuando todos corren? ¿Quién facilita que niños, ciclistas, coches, peatones y transportes públicos compartan el mismo espacio sin colapsar? En el engranaje urbano, muchas veces invisible, hay un perfil profesional que sostiene el equilibrio del día a día: el agente de movilidad.
Este rol es una de esas piezas que solo se notan cuando faltan. Cuando hay atascos inesperados, cruces mal gestionados o eventos multitudinarios sin control, su ausencia se convierte en caos. Pero cuando están, cuando cumplen su función, todo fluye sin que apenas nos demos cuenta.
¿Qué funciones tiene un agente de movilidad?
Aunque muchas veces se le confunde con la policía local, el agente de movilidad tiene tareas específicas y fundamentales para la convivencia urbana:
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Controlar y dirigir el tráfico en puntos conflictivos o con alta densidad
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Apoyar la movilidad peatonal, especialmente en zonas escolares o con personas mayores
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Participar en dispositivos especiales: maratones, manifestaciones, ferias, conciertos
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Prevenir infracciones y facilitar la fluidez en entornos donde la normativa por sí sola no basta
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Colaborar en la respuesta ante accidentes o incidencias viales
Lo interesante es que su trabajo va mucho más allá de poner orden: mejoran la calidad de vida, disminuyen el estrés de los desplazamientos y contribuyen a una ciudad más habitable.
Una figura clave en la transformación de las ciudades
Las ciudades del siglo XXI están cambiando: menos coches, más bicis, más transporte público, más peatones. Este cambio no se gestiona solo con infraestructuras; necesita también personas preparadas para facilitar la transición, para acompañar nuevos hábitos y para mediar entre las viejas y nuevas formas de moverse.
El agente de movilidad es uno de esos perfiles llamados a crecer en importancia. Es quien traduce las políticas de movilidad en acciones concretas, en decisiones rápidas sobre el terreno, en cercanía con la ciudadanía.
Humanizar el espacio público
En un momento en que muchas decisiones se automatizan, tener personas que miran, que interpretan lo que pasa y que responden con criterio sigue siendo esencial. Porque las normas pueden estar escritas, pero la movilidad urbana ocurre en tiempo real, entre personas reales. Y eso requiere sensibilidad, atención y adaptación constante.
La figura del agente de movilidad representa, en parte, una forma de humanizar la ciudad, de cuidar sus ritmos y de garantizar que todos —sin importar cómo se muevan— puedan hacerlo con seguridad.
Una reflexión abierta
Tal vez no todos hemos pensado en ello, pero detrás de cada semáforo en ámbar, de cada desvío bien señalado o de cada entrada al cole sin sobresaltos, hay alguien trabajando para que eso funcione. Los agentes de movilidad son parte de la salud urbana, aunque no siempre lo veamos.
Pensar en ellos, en su preparación, en su impacto diario, es también pensar en qué tipo de ciudad queremos construir. ¿Más eficiente? ¿Más segura? ¿Más amable?
Quizá el primer paso sea mirar con otros ojos a quienes la hacen posible.